2 Entre 2

Esta es una exposición que se construye para un espacio tan fuertemente connotado como es el de máquinas de la Neomudéjar. Se parte de una paradoja, y es que “máquina” es un término femenino que define en este caso un objeto poderosamente masculino.

La percepción de la máquina como elemento masculino que domina un espacio sometido visualmente por un objeto espantosamente bello lleva a 2entre2 a concebir el enorme volumen físico como un soporte . 2entre2 no luchan contra la máquina, la utilizan.

El arte se puede entender como fin o como proceso, es una de las pocas conclusiones a las que he llegado cuando he intentado entender qué es. El fin es el objeto o, mejor dicho, la obra. El proceso, un hecho eventual, es la creación, es el acto maravilloso con una duración variable en el tiempo que se extingue, haciendo la idea del arte aún más intensamente sublime. El resultado final, cuando los vemos en el Louvre o en la Academia de Florencia, de los Esclavos de Miguel Ángel, tan bellos y terribles, empequeñece al leer los relatos de Ascanio Condivi en los que describe el proceso de ejecución de su maestro y biografiado; el sufrimiento, las dudas y el martirio que representaba para el escultor que las que iban a ser sus obras definitivas no se terminasen. Tal vez la belleza insuperable de estos bloques de mármol a medio devastar sea ese, que quedaron cristalizados en mitad del proceso, que las huellas del escoplo son visibles, que son un proceso materializado, objetualizado. Son casi proceso.

La primera vez que vi la obra de 2entre2 fue en el castillo de Alaquàs, un espacio tardo medieval en el que la arquitectura, en su gran belleza, era una rémora, ya que competía con las obras. Si embargo había algo en los cuadros de la primera sala de un atractivo cautivador, y era la visibilización del proceso. La historia del arte -algo mucho más sencillo de definir- es la constante alternancia de errores y aciertos en una escalera que sube y baja en parámetros distintos. Con esa apertura de miras y objetivos las dos artistas facturan series que se centran en intereses procesuales en los que es visible el consenso, la identificación, el crecimiento conjunto. Es muy difícil ver las obras sin imaginar la forma en que cada fase de la obra se lleva a cabo.

No es fácil crecer con alguien al lado en un proceso creativo de años, de hecho es casi imposible. Desde Valencia, donde la idea queda marcada fuertemente por Estampa Popular, entre otros grupos, la idea de la producción en colectivo siempre deja ver fases que, en algunos casos son una evolución sutil, como en el Equipo Realidad y en otros casos encierran derivas autodestructivas, como en el Equipo Crónica. No es posible, insisto, una línea continua y los Crónica son el ejemplo en su viaje desde las obras maestras de los 70 a rigores formales que anteceden al fin.

En 2entre2 no hay una presión por el resultado que sí existió en los Crónica ni las obligaciones que otros colectivos han tenido de cara al mercado, lo cual les ha permitido trabajar centrándose en un proceso que, a todas luces, disfrutan y sufren, que reafirman y experimentan, que torsionan como los metales, resistentes y elásticos. El cosmopolita mundo de las formas se edifica sobre la experiencia y el azar controlado, que ellas retan en el fluir de las pinturas.

Entonces aparece al observador la pregunta crítica ¿cuándo se acaba el proceso en el trabajo colectivo? Y surge una imagen mental del diálogo sobre las piezas aún frescas, sobre los materiales en consolidación, sobre el fluir de la pintura en esculturas. Mientras hablan los procesos se acortan, los materiales se secan, la obra cristaliza como los esclavos y, de alguna manera, muere. El luto es un periodo breve en el que nace las siguiente fase, la ideación mediante un nuevo diálogo. La construcción del mundo a cuatro manos, un nuevo génesis que se vuelve a producir, el renacer mediante el proceso de una nueva obra.

El arte vuelve a ocurrir en la sala de máquinas de la Neomudejar.

Nacho Ruiz (Comisario)