
CONTRA-ARCHIVO MARICA
Habitar la disidencia / Okupar imaginarios
Exposición /// 14 Mayo – 7 Septiembre
Contra-Archivo Marica surge con la intención de activar un archivo fotográfico que ha permanecido dormido durante treinta años. Para entender el marco en el que Nacho Goytre (Madrid, 1974) realizó estas fotografías, debemos remontarnos al Madrid de los noventa.
En 1996, lo punk, lo marginal y lo marica, encuentran su identidad visual en una sesión fotográfica hecha en la azotea de una casa de alquiler en el barrio de Lavapiés: Madrid en el horizonte, pintura puesta sobre los cuerpos con las propias manos y dos martillos utilizados para representar al socialismo a falta de una hoz.
La mayoría de las fotografías que componen esta muestra son de carácter inédito: solo unas pocas formaron parte de El sexo de un anarquista (1996), un fanzine con una tirada de cien ejemplares. Esta publicación autoeditada incluyó un texto introductorio de Ricardo Llamas y Paco Vidarte, quienes eran miembros de La Radical Gai, al igual que los activistas que performaron como modelos: Mario Caballero y Fran Palacio, quien tuvo la idea original del proyecto.
El sexo de un anarquista fue publicado para cuestionar a todo un movimiento de izquierdas, o como mencionaban Vidarte y Llamas en el texto del fanzine: para incitar a “untar de lubricante los oxidados goznes de la maquinaria transformadora”, a untar de sangre transmaricabollo la lucha del proletariado.
Para contextualizar, La Radical Gai (1991-1997) fue un grupo activista madrileño surgido en un momento en que el movimiento okupa y las proclamas antimilitaristas comenzaban a tomar mayor fuerza. Los miembros de La Radi buscaban nuevas formas de hacer política, de visibilizar los cuerpos y exponer las sexualidades. Pretendían ocupar otros espacios de lucha donde las maricas, las bolleras o las trans también tuvieran lugar, como las huelgas de trabajadores o las movilizaciones antifascistas, reivindicando que “soy marica, pero también obrera” o “soy marica, pero también antifa”.
Desde la marginalidad de un colectivo que luchaba contra la estigmatización en medio de la crisis del sida, nacía una rebeldía ante los propios, ante esos compañeros y compañeras de militancia de izquierdas que relegaban la lucha LGTB+ a un segundo plano. En este contexto,
las fotografías funcionan como metáfora de una política de penetración queer frente a una izquierda homófoba –o pasiva– ante la reivindicación de identidades diversas.
Contra-Archivo Marica activa el archivo fotográfico original utilizado para El sexo de un anarquista, incluyendo las imágenes que quedaron fuera de la publicación.
Desde los tejados de Madrid asoman culos insumisos, rebeldes, disidentes, precarios. Culos (también) de izquierdas, anarquistas y okupas. Cuerpos maricas insubordinados a la representación hegemónica de la virilidad del guerrillero o la del obrero sindicado que llama a la huelga general.
Los cuerpos como trinchera y la identidad de género como espacio de conflicto, reflejan a una parte del colectivo LGTB+ que estaba siendo marginado en sus propios espacios de militancia. Desde el barrio de Lavapiés explota como una granada de mano el mensaje subversivo hacia la heteronorma. Las esquirlas, treinta años después, son desenterradas para activar un archivo que se encuentra más vigente que nunca.
Comisariado
Lucía Simón Montenegro


¡MARICÓN, MARICÓN, MARICON!
Sólo era un cuerpo, un cuerpo joven insumiso, estéril, abyecto socialmente….. es complejo asomarse al abismo de 30 años atrás y reconocerse en el espíritu político contra la norma. Esta serie de fotografías nacen de un grito, un cuerpo marica que se revelaba, que se sentía apresado y violado por la mirada externa de un Madrid que en los 90, estaba aún bajo la ley de peligrosidad social y la amenaza del sida.
Esa mañana de frescor madrileño en la terraza de «La Josephine» junto con Mario y Nacho, hicimos realidad un gesto que nació con un posicionamiento político y crítico consciente, para decirle a la cara a los compañeros de izquierdas, defensores de idearios libertarios, ecologistas e insumisos, que su homofobia estaba siempre presente. Que estábamos hartas de ser diana de sus juicios, de su masculinidad machista a la cual nos follábamos siempre que fuese en el silencio de sus armarios (nosotras nunca los tuvimos). Posicionarnos contrarios al matrimonio, a la pareja normativa, al capitalismo rosa, a las etiquetas que el sistema de la izquierda programaba para ser un rojo de bien, siempre suscitó críticas.
Estas fotografías, son fruto de sostener un juicio, un careo agrio y feliz desde nuestra marginalidad para hablarnos desde los cuerpos, penetrados por sus símbolos, sus banderas, su condescendencia ejercida por sus idearios de defensa de las falsas libertades. Siempre que encajáramos en su estándar, éramos anarquistas, éramos insumisas, éramos… o nos creíamos libres. Fuimos capaces de operar y construirnos pese al SIDA, pese a la homofobia, pese al racismo, pese al clasismo nacional madrileño. Ser marginales, habitar en nuestros cruising, en los escasos bares abiertamente plurales de Lavapiés, no nos libró de la homofobia y la plumofobia. Por eso reímos, por eso gritamos y nos metimos dildos precarios y obreros por nuestros orificios, soportamos la violación, el abuso, el insulto, las agresiones nazis y aún así reíamos. Nos aliamos con las travestis, con las trans, las putas, las sidosas, compartíamos Sandoval con las chaperas, las yonkis y el sistema nos igualaba democráticamente… éramos marginales. Conectábamos con una tecnología que intuimos era una puerta abierta al neo esclavismo como así ha sido.
Luchamos contra la aparición de los móviles, las antenas, los códigos de barras que predecimos iban a cosificarnos, clasificarnos y controlar nuestros deseos, nuestros jadeos y orgías. Nunca odiamos, pero si luchábamos contra el militarismo, contra el belicismo, contra el poder establecido y represor, las farmacéuticas, la homofobia de Iberia, Renfe y la iglesia… siempre la iglesia. Los escasos espacios de libertad sexual para nuestros cuerpos eran marginales y clandestinos, nos exhibíamos en los baños, en los parques, bajo los puentes de Legazpi, en la Plaza de las Ventas, las noches con plumas, tacones y faldas fueron nuestras aliadas.
Nunca fuimos dóciles, ni tan siquiera para los nuestros. Estas fotografías eran una respuesta contestataria para nuestro círculo próximo, supuestamente cómplice que seguía empeñado en someternos a encajar nuestras conductas, nuestros hábitos y formas, nuestras plumas, nuestra insumisión con lo que la izquierda bien pensante proponía. Fuimos okupas, de nuestros anos, de nuestras bocas, de nuestros orificios mentales que buscaban normalización. Hicimos orgías en los jardines de palacio, nos masturbamos en las terrazas y volamos agitando nuestras escobas. Somos maricas, no somos gays, no somos majos, no somos simpáticos, no somos lo que tú crees que somos, pero sobre todo nunca hemos sido cobardes.
Afilamos nuestras uñas, levantamos nuestras faldas y combinaciones, atusábamos nuestras crestas, asaltamos facultades y los baños del corte inglés. Fuimos hembras bastardas de dios, escupimos sobre las tumbas de los reyes, las banderas, los ejércitos y la iglesia. Nos mofamos de la obligación de la procreación y nos asentamos en un posicionamiento siempre crítico ante cualquier norma implantada “por cojones”.
Esto es mucho más que dos carretes de fotos y una exposición, esto habla desde la visceralidad de un posicionamiento político crítico y valiente contra la simbología y homofobia de una izquierda con la que nos identificábamos en idearios, pero… que nunca estuvo a la altura.
Nuestros deseos siempre escaparon a su control.
Francisco Brives (artivista)
¡FAG, FAG, FAG!
FAG, FAG, FAG! It was just a body, a young unruly body, sterile, socially abject… it’s complex to peer into the abyss of 30 years ago and recognize oneself in the political spirit against the norm. This series of photographs are born from a scream, a marica body that was rebelling, that felt trapped and violated by the external gaze of a Madrid that in the 90s, was still under the social dangerousness law in Spain and the threat of AIDS.
That morning of Madrilenian coolness on the terrace of «La Josephine» together with Mario and Nacho, we made real a gesture that was born with a conscious political and critical stance, to tell our left-wing comrades, defenders of libertarian, environmentalist, and insubordinate ideals, to their face, that their homophobia was always present. That we were fed up with being the target of their judgments, of their macho masculinity which we fucked whenever it was in the silence of their closets (we never had any). Taking a stand against marriage, against normative couples, against pink capitalism, against the labels that the left-wing system programmed for being a good commie, always drew criticism.
These photographs are the result of holding a judgment, a bitter and happy confrontation from our marginality to speak to each other from our bodies, penetrated by their symbols, their flags, their condescension exercised through their ideals of defending false freedoms. As long as we fit their standard, we were anarchists, we were insubordinate, we were… or we thought we were free. We were able to operate and build ourselves despite AIDS, despite homophobia, despite racism, despite Madrilenian national classism. Being marginal, inhabiting our cruising spots, the scarce openly plural bars in Lavapiés, did not free us from homophobia and effemiphobia. That’s why we laughed, that’s why we screamed and stuck precarious, working-class dildos in our orifices, we endured rape, abuse, insult, Nazi aggressions, and still we laughed. We allied with the travestis, with the trans people, the whores, the “sidosas” (AIDS sufferers), we shared Sandoval with the “chaperas” (male postitutes), the junkies and the system democratically equalized us… we were marginal. We connected with a technology that we intuited was an open door to neo-slavery, as it has turned out to be.
We fought against the appearance of mobile phones, antennas, barcodes that we predicted would reify us, classify us, and control our desires, our gasps, and orgies. We never hated, but we did fight against militarism, against warmongering, against the established and repressive power, the pharmaceutical companies, the homophobia of Iberia, Renfe, and the church… always the church. The scarce spaces of sexual freedom for our bodies were marginal and clandestine, we exhibited ourselves in bathrooms, in parks, under the bridges of Legazpi, in Plaza de las Ventas, the nights with feathers (plumas), heels, and skirts were our allies.
We were never docile, not even for our own. These photographs were a defiant response for our close circle, supposedly complicit, who insisted on submitting us to fitting our behaviors, our habits and ways, our plumas, our insubordination with what the well-meaning left proposed. We were okupas (squatters), of our anuses, of our mouths, of our mental orifices that sought normalization. We had orgies in palace gardens, we masturbated on terraces, and we flew, shaking our brooms. We are maricas, we are not gays, we are not nice , we are not likeable , we are not what you think we are, but above all, we have never been cowardly.
We sharpened our nails, lifted our skirts and slips, preened our mohawks , stormed faculties and the bathrooms of El Corte Inglés. We were bastard females of god, we spat on the tombs of kings, on flags, on armies, and the church. We mocked the obligation to procreate and settled into a position always critical of any norm imposed «by balls» (por cojones).
This is much more than two rolls of film and an exhibition, this speaks from the visceral nature of a critical and brave political stance against the symbology and homophobia of a left with which we identified in ideals, but… which was never up to par.
Our desires always escaped their control.
Francisco Brives (artivist)

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