Entre las obras mitológicas más importantes salidas del pincel de Rubens destaca el Rapto de las hijas de Leucipo, una de sus escenas más dramáticas y violentas, más barrocas. Los hijos gemelos de Leda y Júpiter, Cástor y Polux, decidieron raptar, con ayuda de Cupido, a las hijas del rey de Mesenia, Leucipo, llamadas Hilaíra y Febe, que ya habían sido comprometidas a otros hermanos. Cástor y Polux son también conocidos como los “Dióscuros”, hijos de Zeus, y en una de sus estatuas emplazada en el Quirinal de Roma se inspiró Rubens para realizar esta escena. También tomó como referencia el Rapto de las Sabinas, grupo escultórico ejecutado por Juan de Bolonia en la plaza de la Signoria de Florencia.Los Dióscuros eran excelentes jinetes por lo que el pintor flamenco los sitúa a caballo en el momento de perpetrar el rapto, reforzando la violencia con el caballo encabritado del fondo y la resistencia ejercida por Hilaíra y Febe, cuyos escorzados cuerpos parecen querer salir del lienzo. Las figuras se estructuran en dos diagonales entrelazadas, ocupando buena parte del espacio pictórico y en forma compacta, incluyéndose dentro de un círculo muy definido. Su acentuado dinamismo refuerza el dramatismo de la escena, complementando las poses y los movimientos de los personajes. Incluso encontramos un atractivo contraste entre los cuerpos sonrosados de las mujeres y la piel tostada de los hombres, describiendo de manera espectacular la viveza de cada una de las anatomías, tomando como punto de partida las figuras de Miguel Angel. Concretamente, la joven que alzan los dos hermanos está inspirada en la figura de la Noche de la tumba de Guiliano de Medicis -también se apunta al Laoconte, estatua helenística admirada especialmente por Rubens- mientras que la más cercana al espectador tiene como referencia a la Leda de Leda y el cisne, cuadro desaparecido de Miguel Angel que el propio Rubens copió en su estancia italiana. Algunos especialistas consideran que en esta figura debemos encontrar un significado simbólico ya que Cástor y Polux nacieron de la unión de Leda y Júpiter, convertido en cisne, por lo que ambos hechos se relacionan. Los contrastes anteriormente aludidos continúan en las tonalidades de las telas o de los caballos, incluso en la pose de cada uno de los animales, uno encabritado y el otro más sereno.Curiosamente, Cástor y Polux desposarán a las princesas y se comportarán como maridos modélicos, hecho que Rubens simboliza en la presencia de Cupido sujetando las bridas del caballo. La pasión brutal es frenada por el amor.
El mito romano sobre el rapto de las sabinas fue consumado cuando Rómulo decidió poblar la ciudad de Roma, a la cual acudían gentes provenientes del más diverso linaje, desde una turba de esclavos huidos de sus amos hasta una caravana de aventureros y forajidos, salvo las mujeres que no querían relación alguna con los romanos. Entonces Rómulo, fundador de una ciudad escasa de niños y mujeres, se propuso organizar una fiesta en honor al dios Conso, con la intención de atraer a las mujeres de los pueblos vecinos y desposarlas con los suyos.
El día de la fiesta, Roma se convirtió en un hervidero de gentes dispuestas a disfrutar la visita. Los sabinos, que por entonces eran los más poderosos vecinos de Roma, llevaron consigo a sus mujeres e hijas, sin sospechar que la intención de Rómulo era raptarlas en medio del espectáculo, donde todos gozaban de la sobreabundancia ofrecida. Llegado el instante del rapto, Rómulo se levantó de su trono y dio la señal de embestida. Las cuadrillas de jinetes se metieron entre la muchedumbre, apoderándose de cuanta mujer joven encontraban a su paso. Las sabinas, llenas de espanto y presas del pánico, intentaron huir entre la cabriola de los caballos. Los romanos las levantaron en vilo, mientras ellas flotaban en el vacío, los cuerpos desnudos, marmóreos, y los gritos de auxilio.
En estas pinturas he eliminado la presencia de Cupido a conciencia, resaltando la brutalidad humana sin concesiones, trasladando al lienzo la dureza del acto de raptar mediante la contradicción entre la mancha pictórica, casi abstracta, y el dibujo de las figuras, como dos entidades enfrentadas que luchan por reconstruirse.