Después de la infamia, una segunda oportunidad para la cultura.
Había una vez un país que pensó que para promover la cultura había que gastar millonadas en auditorios, fichar a arquitectos estrella y atraer las grandes figuras a golpe de talonario. Cuando esa nación se despertó de ese festín arruinada y deprimida, se dio cuenta de que se les había olvidado lo más importante: el contenido.
«El concepto de las industrias culturales ha hecho mucho daño. La gran apuesta por la cultura se ha hecho con un enfoque totalmente centrado en el factor inmobiliario. Me gasto un pastón en construirlo y luego tengo cero euros para su posterior supervivencia. Yo no tendría ningún problema si esto se hubiera hecho por la empresa privada pero esto ha pasado con el dinero de todos. Las consecuencias son que ahora vivimos en un país repleto de cementerios culturales donde el taquillero cobra un sueldo pero no queda dinero para los artistas que son los que realmente nutren estos lugares», dice Francisco Brives.
Lo que acabas de leer no es otro lamento más de alguien instalado en la comodidad de su silla. El cineasta gallego ha decidido canalizar su desencanto con el sistema actual en una oportunidad para probar algo nuevo en Madrid. Desde junio de 2013 es el impulsor, junto a Néstor Prieto, de la Neomudejar, un contenedor de arte que busca demostrar que se puede promover la cultura con los pies en la tierra y sin grandes presupuestos.
Brives y su socio llevaban unos años explorando espacios en desuso en Madrid con la idea de crear un centro artístico «comprometido y alejado de los círculos snobs y mercantilistas de ARCO». La búsqueda le llevó a tocar muchas puertas que siempre daban la misma respuesta. «Solo hubo un lugar donde entendieron lo que estábamos intentando hacer. Le propusimos a ADIF realizar algo en la estación de Príncipe Pío y ellos nos remitieron a este espacio. Enseguida supieron ver el potencial del proyecto”.
En la parte de atrás de la sede de Renfe, en la avenida de Barcelona y a poco más de 500 metros de la estación de la calle Atocha, se encontraba una antigua nave que había caído en desuso. «Era un lugar donde se impartía formación a ferroviarios y fue aquí donde nos ofrecieron dotarlo de contenido», dice Brives.
Tras el buen entendimiento entre las dos partes se llegó a un acuerdo ajustado a los tiempos. La empresa pública cedería la antigua nave por un precio razonable durante los próximos 8 años como parte de su estrategia de responsabilidad social corporativa (RSC). Brives y Prieto se comprometerían a convertirlo en un centro artístico financiado totalmente por ellos mismos. «Lo único que nos han dado es el espacio a buen precio. Todo lo demás es nuestra responsabilidad».
En lugar de buscar inversores y esperar años para renovar las naves, los fundadores de la Neomudejar optaron por unos arreglos sencillos y dejar que la decadencia del espacio sea parte de su encanto.
«En lugar de picarlo, hemos querido dejarlo casi como estaba con algunas reformas puntuales que garantizan la seguridad del lugar. El estado en el que se encuentra son sus arrugas. Tiene elementos muy bonitos como el hecho de que algunas vigas son de vías recicladas del siglo XIX. No queremos defender arte vacío ni especulativo. Nos pareció la manera más coherente de abordar el proyecto».
La programación se ha centrado en apoyar artistas emergentes promoviendo residencias en el espacio financiadas por embajadas extranjeras. «Estrenaremos próximamente de Quilmes al mundo, una exposición que ha sido realizada en colaboración con la embajada Argentina», dice Brives.
También abren la puerta a eventos con marcas (se ha rodado un spot de Adidas allí) y colaboraciones con «aquellas empresas que estén dispuestas a participar sin intentar invadir el espacio». Un ejemplo es la presencia de numerosas pantallas plasma puestas a disposición por Sharp.
Todo está abordado desde una perspectiva austera. La tienda de libros se encuentra en el interior de una cubierta de plástico donada por una empresa de construcción. Ellos son el único personal en el edificio haciendo de taquilleros y guías (la entrada vale 4 euros).
También preparan la instalación de una biblioteca de videoarte y un centro de revelado de super 8 «nos gusta recuperar lo antiguo», dice Brives.
La Neomudejar también es su manera de decir basta a un modelo caduco de hacer las cosas. Un intento honesto de sacar adelante la cultura de otra forma. «Lo peor de todo es que hay muchos agentes culturales españoles que están intentando exportar este modelo a Latinoamérica».
Con esta forma pragmática de abordar la financiación, Brives intenta encontrar más independencia que lo que, según él, se puede encontrar en lugares como el Matadero, «que intentan absorber la cultura y acaparar todo. No queremos estar bajo el paraguas de nada ni estar a merced de caprichos políticos».
«Por eso seguiremos luchando para que la cultura sea considerado como un bosque. Su valor es incalculable. Es rentable simplemente por el hecho de existir. Hace que los hombres sueñen con hacer sociedades mejores y más justas».