Performance: SA[N]GRARIO // Kylla Piqueras

Se advierte la presencia de una extraña mujer ¿Quién es ella?, preguntan todos. Suena una música, su cuerpo -a modo de presencia espectral- comienza a moverse. Somos presa del tic y de la pose. Miramos el mundo a partir del prejuicio y de “la autoridad” que nos concede al creernos superiores a tenor de según qué jerarquía. Algunos la juzgan por su imagen, se apresuran a nombrarle cortesana, puta. Ella, América, le mira a todos y sonríe. Sabe que su cuerpo ha sido siempre territorio abierto a la penetración, a la vejación y al control del otro-dominante. Pero América (Kylla Piqueras), se levanta y alza su voz, juega -en tanto que sujeto subversivo e interpelante- en el escenario de las ironías y de las desautorizaciones. Su cuerpo le sirve, al cabo, para desmantelar el autoritarismo y los impulsos radicales que detentan esos otros, los que miran, los que juzgan, los que maldicen. América ha de renunciar a ese complejo de ser leída y nombrada por la voz de los otros, América ha de asumir su rol orgulloso de periferia centralizada, pero no desde la bravuconería ni desde la histeria concertada; sino, y antes bien, desafiando esos procesos de escrituras performáticas en las que el otro interviene, pero sin que necesariamente tenga que marcar las pautas dentro de ese decir. América, esa mujer violada una y otra vez, ese cuerpo usado una y otra vez, ya no necesita de esas defensas de superficie ni de esos analgésicos paternalistas. América debe sostenerse por ella misma, gozar de sí, liberar su libido, rubricar su presencia desde la emancipación más radical y absoluta. Fuera ya, de una puta vez, esas prótesis que “le ayudan”, que “le sostiene”, que “le nombran”. SA[N]GRARIO, es un gesto hermosísimo de restitución de ese valor, de ese lugar, de esa ontología -fuerte y vulnerable a un tiempo- que se construyó desde la consumación del fragmento y de la dispersión. Kylla Piqueras es, sin lugar a dudas, una artista excepcional. La mayor virtud de su trabajo reside en esa facultad de convocatoria en la que la emoción juega un papel fundamental. Su perspectiva, como no podría ser de otro modo, resulta esencialmente feminista. Un feminismo que reconoce y potencia el paradigma coral y polifónico por sobre todo tipo de exclusiones o de vasallajes venidos a menos. El cuerpo performer de Kylla sostiene, sin que tal vez ella misma lo sepa, la arquitectura corporal y la subjetividad de todas y cada una de esas grandes mujeres. Es un cuerpo refractante, inclusivo, dialogante. Escucho a Nina Simone, Aretha Franklin, Amy Winehouse mientras tomo una copa de vino y leo textos de Sor Juana Inés de la Cruz; entonces, sin quererlo, pienso en Kylla, en lo dúctil de su registro, y me emociona el hecho de pensar que hoy, aun y a pesar de tanto desgaste, existe un arte útil.  Andrés Isaac Santana