Emovere
La travesía de Apofis a Baubo
ANGIOLA BONANNI
16 ABRIL – 25 MAYO
Angiola Bonanni, interpela al inconsciente emocional de los públicos con la instalación como lenguaje subversivo, anclando la tensión generada entre la inapelable territorialidad de la tradición occidental de su Italia natal, con la Ítaca de los pueblos del sur, en el continente africano.
Una travesía escultórica iniciada por la artista en los años 60, donde la verticalidad geométrica de las civilizaciones, se crea y destruye hasta caber en una maleta.
Su obra es irónica a la par que poética -“logra adelgazar las formas, quitarles hosquedad, barbarie primitiva y dotarlas de equilibrio, armonía y gracia”- escribió José Hierro sobre su obra -“Son mitos en los que la artista sólo formalmente cree. Pretextos para domar materiales rudos, dándoles levedad”- y es que sin lugar a dudas, el mito, la iconografía, la simbología del juego, es una constante en su creación, nacer, destruir, volver a nacer para alcanzar la luz.
De su espectro intimista, la obra de Angiola Bonanni, confronta al monstruo, explora el laberinto de Dédalos, recovecos oscuros de la conciencia humana, lugares de tensión-vida-muerte como la maternidad, la violencia que supone el transito del feto en el útero, su desprendimiento violento del “brazo de la madre asesina” obra instalativa inspirada en el poema de Dylan Thomas en “Vision and Prayer” evoca otro viaje, ese túnel universal que todo ser humano transita y donde la obra de Octavio Paz “Nacer es una muerte que apenas comienza” cobra todo el sentido en su “Laberinto de la soledad”.
La obra de Angiola Bonanni rezuma humanidad, el impulso que la trajo a España se tornó en una exploración íntima, del dentro al afuera, un Kybalión hermético fragmentado entre lo íntimo y lo público, entre lo vertical y lo horizontal, como un posicionamiento político a través del arte y siempre a favor de la raza humana.
La obra seleccionada en este comisariado atiende a unas lógicas que interpelan a una reflexión consciente, los mecanismos que construyen las sociedades, las estructuras de un poder vacuo al que finalmente desmantelan las migraciones, la empatía de los rostros y el diálogo de las sonrisas como un hecho universal y activista.
No importa la destrucción, el horror o el peso de la tradición, la artista juega, se desprende de sus arquetipos y crea anclada en un lenguaje contemporáneo su propia transformación. La obra de Angiola está impregnada de reflexiones, búsquedas que enarbolan un conocimiento condensado en la estructura, como un juego de anclajes, una necesaria extrapolación de aquello que uno hereda y cuelga para que flote, se airee y se transforme en otra cosa.
Su práctica escultórica asentada en el textil, le permite solventar un conflicto tensionado entre su obra, de una impecable contundencia, con la mirada lúdica del inconformismo como posicionamiento político.
La exposición parte de la “ruina», un acto consciente anclado a su país de origen ( Italia) y que abre metafóricamente ante el espectador, el conocimiento sensible que obliga a transitar desde el inicio del recorrido expositivo, entre cascotes, escombros que inundan el cotidiano de los pueblos, mientras el templo arde… La obra de Bonanni es sin duda universal y se cimienta sobre la metáfora, el símbolo y el mito como un eje vertebrador, que no precisa más que de sensibilidad y escucha.
Lo poético es una argucia en la obra de Angiola Bonanni, para tocar el concreto del mensaje que encripta en su creación, mayoritariamente escultórica e instalativa hace falta leer entre lineas. La diversidad de materiales, poliédricamente nos introducen a una creadora que se maneja, en el ámbito multidisciplinario del arte contemporáneo.
Está exposición invita a crear una bitácora, una migración forzada, el viaje de una Ulises Italiana que buscó su Ítaca en España y que entendió que los pueblos sobreviven a base de sonrisas. Con ella, recorreremos “capillas domiciliarias”, transitaremos templos, confrontaremos monstruos y penetraremos en úteros de vida-muerte, subiremos a canoas que nos abracen en la otra orilla, más allá del laberinto, hay un huerto regado de sonrisas.
El viaje es un árbol plagado de semillas.
Francisco Brives (Comisario)

